Brendan Pavey, rector de North Bridge House Senior School Hampstead en el Reino Unido
1 de noviembre 2017
Imagínese lo siguiente: está en su primera semana como rector en su nuevo colegio y está ansioso por dar la impresión correcta. Mientras da su primer “paseo de reconocimiento” por los pasillos, escucha de pronto un fuerte estruendo. A medida que se acerca, encuentra la sala de donde proviene el ruido y ve a un profesor recostado en su silla, con los pies sobre el escritorio y la sala de clases llena de niños casi gritándose el uno al otro. No puede creer lo que ve.
La puerta está cerrada, pero se puede ver a través de las ventanas que no hay ni un solo niño mirando un libro, nadie está escribiendo nada, y parece que casi todos los niños están tratando de decir algo por sobre el otro. Usted intenta llamar la atención del profesor, pero él sólo está mirando, con una sonrisa en su rostro, mientras la escena se desarrolla frente a él. ¿Qué haría usted?
Me gustaría que considere ahora el otro lado de la ecuación, y que piense en un escenario en el que me he encontrado muchas veces durante mis cuatro años como rector. Mientras recorría los pasillos del colegio con posibles padres, solté un silencioso suspiro de alivio al encontrar una sala tranquila y de aspecto estudioso. «Este padre quedará impresionado por la concentración y la diligencia de nuestros niños, y por la dirección de la sala de clase de nuestros profesores», pienso para mis adentros.
Como adultos, todos entendemos que es posible leer una página de un libro sin incluir una sola información, ya sea en la memoria a corto o largo plazo. Sin embargo, como profesión, y como padres, todavía parece persistir la creencia de que las salas tranquilas son las mejores para aprender. Sin embargo, si pienso en las clases excepcionales que he tenido la suerte de observar a lo largo de los años, ninguna de ellas ha sido silenciosa. Lo que las ha marcado ha sido la energía y la emoción en la sala, ¡y el alto nivel de ruido!
Creo que necesitamos volver a plantearnos la manera en que queremos que nuestros alumnos aprendan en la clase, promoviendo el ruido y la energía en ella. Si bien todavía existe un tiempo y un lugar para el estudio individual en silencio, debemos reconocer también que en el momento en que tenemos niños discutiendo sobre algo –sobre si los meandros son más profundos dentro o fuera de la curva, por ejemplo-, está desarrollándose un fantástico aprendizaje.
Esto no es fácil: se necesita una gran habilidad del profesor para crear el clima adecuado en la sala de clase que permita que esto suceda, y debemos brindarles a nuestros docentes las herramientas y el permiso para alcanzar este objetivo final. La única instrucción que siento que el profesor del ejemplo que les di inicialmente necesita, es que les diga a sus alumnos «póngase de pie en el escritorio, por favor».
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